Sigmund Freud y el psicoanálisis

El psicoanálisis es, ante todo, una propuesta ética, en tanto la esencia de su praxis es reconocer en el humano su lugar como sujeto del deseo, privilegiando la asunción de la responsabilidad subjetiva sobre su vida, sus actos, sus palabras, sus síntomas, su sufrimiento.

La clínica analítica, fundada por Sigmund Freud, parte de la existencia del inconsciente. El inconsciente es aquella instancia psíquica que aloja las marcas de la historia, que se vela y se desvela continuamente y que pulsa en los sueños, en los síntomas, en los lapsus.

El análisis es una “cura por la palabra” de aquello que habita el corazón íntimo del ser humano. Permite la elaboración de lo que en la historia de un sujeto ha sido traumático. El psicoanalista escucha lo que los síntomas están tratando de decir. Los síntomas no se pueden reducir solamente a errores de pensamiento o a disfunciones de neurotransmisores cerebrales a tratar única y exclusivamente con psicofármacos.

Los síntomas desde los postulados psicoanalíticos no son signos, son enigmas a descifrar. Es el sujeto quien en su particularidad los produce y es el material de trabajo de esta clínica. Son paradójicos pues la persona sufre de su síntoma pero también obtiene una cierta ganancia.

El psicoanálisis apuesta porque el sujeto pueda interrogar sus síntomas y como está atorado en ellos. Pueda elegir, en sintonía con su deseo, otras maneras de transitar por la vida que no sea la repetición de aquello que padece. Se trata de que la persona pueda dar cuenta del lugar que ha asumido en su historia, de lo que ha hecho con lo que le ha tocado vivir, y más allá de renegar de ella o desconocerla, se atreva a conocerla y reconocerla. Desde allí podrá entender la razones de las respuestas y posicionamientos asumidos en su vida y optar por otras maneras de construirla día a día.